Nadie se explica a qué hora Estados Unidos se convirtió en aquello que siempre han combatido: violador de derechos humanos, torturador de menores. Algo más de 2.300 bebés se mantienen separados de sus padres y están en centros de reclusión o albergues como efecto de una orden ejecutiva del presidente Trump, a quien le encanta jugar duro para ablandar al congreso en favor de sus políticas, en este caso migratoria.
La medida ha causado la indignación del mundo entero por ser inmoral e inhumana, recibiendo el rechazo de sus propios copartidarios, la condena del papa y la reprobación de la ONU, además de la protesta de su esposa, Melania. Aunque ante la presión mundial firmó otra orden ejecutiva anulando la anterior, lo cierto es que los bebés continúan en los centros de reclusión y así estarán por un buen tiempo.