El mes anterior, julio de 2023, fue considerado un nuevo récord como el mes más caliente jamás registrado en la Tierra, superando en 0,33°C el récord anterior establecido en julio de 2019, según anunció el observatorio europeo Copernicus. Este pasado mes también estuvo marcado por olas de calor e incendios en todo el mundo, con temperaturas atmosféricas que fueron en promedio 0,72°C más altas que las medias de julio entre 1991 y 2020.
Vivir en una ciudad cálida como Cúcuta nos hace perder le perspectiva de lo que viene ocurriendo en el planeta. Es tanto el calor que ya pasamos de hablar de simple calentamiento a una era de ebullición, lo cual señala el real agravamiento del problema.
A medida que el calor abrasador se apodera de amplias zonas de la Tierra, son muchos los que tratan de situar las temperaturas extremas en contexto y se preguntan: ¿ha hecho alguna vez tanto calor en el pasado? En 2023 se han registrado algunos de los días más calurosos en el planeta dentro de las mediciones modernas. Y varios medios de comunicación han publicado que las temperaturas diarias alcanzaron su nivel más alto en los últimos 100.000 años. Pero ¿de verdad podemos saber qué ocurrió en el pasado, antes de que existieran las estaciones meteorológicas y los satélites?
No existen registros detallados de temperaturas que se remonten a 100.000 años atrás, por lo que no sabemos con certeza si estamos batiendo un récord. En Estados Unidos han advertido sobre la ola de calor por temperaturas que han alcanzado hasta los 56°C.
Las mediciones indicaban que la Tierra estaba más de 1℃ más caliente que en la época preindustrial. A lo que se suma que los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera eran lo suficientemente altos como para asegurar que las temperaturas se mantendrían elevadas durante mucho tiempo.
Incluso en los escenarios de futuro más optimistas –en los que el ser humano deja de quemar combustibles fósiles y reduce otras emisiones de gases de efecto invernadero–, es muy probable que la temperatura media mundial se mantenga al menos 1℃ por encima de las temperaturas preindustriales –y posiblemente mucho más– durante varios siglos.
Este nuevo estado climático, caracterizado por un nivel de calentamiento global durante varios siglos de 1℃ o más, puede compararse de forma fiable con reconstrucciones de temperatura del pasado muy lejano.
Para reconstruir las temperaturas de épocas anteriores a los termómetros, los paleoclimatólogos se basan en la información almacenada en una variedad de archivos naturales.
El archivo más extendido, que se remonta a muchos miles de años atrás, se encuentra en los sedimentos del fondo de lagos y océanos, donde se acumulan pruebas biológicas, químicas y físicas que ofrecen pistas sobre el pasado.
Estos registros basados en sedimentos son ricas fuentes de información que han permitido a los paleoclimatólogos reconstruir las temperaturas globales del pasado, pero tienen importantes limitaciones.
Por un lado, las corrientes del fondo y los organismos excavadores pueden mezclar el sedimento, difuminando cualquier pico de temperatura a corto plazo.
Por otro lado, la cronología de cada registro no se conoce con precisión, por lo que cuando se promedian varios registros para estimar la temperatura global en el pasado, las fluctuaciones a pequeña escala pueden quedar anuladas.
Por ello, los paleoclimatólogos son reacios a comparar el registro a largo plazo de la temperatura pasada con los extremos a corto plazo. La temperatura media global de la Tierra ha fluctuado entre condiciones glaciares e interglaciares en ciclos que duran unos 100.000 años.
Estos ciclos están, en gran medida, impulsados por lentos y predecibles cambios en la órbita de la Tierra con los consiguientes cambios en las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.