La terrible situación económica que se vive en Venezuela ha obligado a los habitantes de esa nación a ser muy recursivos y creativos, tal como son los cubanos, para poder sobrevivir en un país que no ofrece posibilidades de empleo y que tiene un índice monstruoso de inflación.
Todos los profesionales de distintas disciplinas están volcados a la actividad de la reventa de toda suerte de artículos, lo que allá se conoce como “bachaqueo”. Así vemos como en los grandes edificios de apartamentos y condominios de toda clase de viviendas siempre hay un odontólogo que vende en su casa o apartamento licores nacionales e importados; un médico vende yogur griego, una arquitecta tiene convertido su apartamento en bodega para almacenar los zapatos deportivos que vende y un abogado vendiendo medicamentos e insumos médicos.
En bloques de 80 apartamentos hay 80 negocios de cada cosa, en una especie de bazar árabe en el que a través de chats de grupos en Whatsapp cada inquilino hace sus ofertas y realiza sus compras, procurando cada quien quedar bien para no ser proscrito de este sistema de comercialización.
En la comunidad existe un código de respeto y solidaridad que nadie osa incumplir. Cada uno de los vecinos vende un producto distinto y se hacen compras entre ellos mismos. Muchos de ellos ya no solo venden en sus conjuntos residenciales sino en otros sitios de la ciudad gracias a las redes sociales, especialmente por Instagram.
Este tipo de mercado antes era exclusivo de los pueblos, pero la difícil situación lo ha extendido a las lujosas urbanizaciones de Caracas y otras grandes ciudades. No ha sido nada fácil para los venezolanos, tan orgullosos y prepotentes como son, quienes a cada rato viajaban a Miami a hacer sus compras.
La crisis económica generada por el gobierno de Maduro y su revolución socialista acabó, prácticamente, con la clase media. La gente está es sobreviviendo, quienes pueden hacer algo de mercado no pueden pagar su cuota de condominio, lo que ha deteriorado la seguridad y las instalaciones de las urbanizaciones, que ya se ven bastante deterioradas y sin pintura desde hace años, como en Cuba.
En dólares
Todos los negocios entre los vecinos del edificio se comercian con precios en dólares, aunque la moneda oficial en el país es el bolívar. El dólar ha circulado desde hace más de un año de manera común entre las manos de los venezolanos, y la mayoría los prefieren para evitar que su dinero pierda valor a diario por la devaluación.
Los métodos de pago son en efectivo o por transferencias internacionales. Cuando el precio del dólar sube, las ventas caen; pero inmediatamente que baja aparecen los compradores. Es complejo manejar un negocio así en el que se debe estar pendiente del valor del dólar. Cuando las ventas se ponen muy pesadas toca recibir bolívares y fiar, lo que significa un doble problema a la hora de cobrar.
Se calcula que este es el día a día de al menos el 80% de la población venezolana. Uno se acostumbra a esto – nos dice un ingeniero electrónico que vive en Caracas – mi trabajo de siempre era muy distinto a esto que hago ahora, pero como dice el refrán popular “la necesidad tiene cara de perro”, así que ya perdí la vergüenza de hacerlo y luego de perder también unos cuantos dólares mientras aprendo bien a comerciar, ya soy un experto. Ojalá pudiera regresar a mi trabajo anterior, pero ya perdí las esperanzas.