Por: Luis Raúl López M.
Hay muchas clases de negocios en la vida, los hay buenos, regulares, malos y pésimos. Estos últimos son los que uno jamás debe hacer, como lo sería permitir la explotación minera en el páramo de Santurbán a cambio de unos cuantos pesos. No nos alcanzarían los años por venir para arrepentirnos de haber permitido que por tres pesos nos robaran la vida y el futuro. Para una mejor comprensión del peligro, comencemos por entender que el problema no es sólo que el proyecto consume muchísima agua y afectaría el suministro a los acueductos, sino que contaminaría terriblemente el agua con elementos químicos de altísima toxicidad que se liberarán de la tierra al momento de romper la roca para hacer las excavaciones.
Tal es el caso del arsénico y los sulfuros. Por cada gramo de oro se liberan 40 gramos de arsénico que terminan disolviéndose en las aguas subterráneas en estrecha relación con las superficiales, con su desmedida afectación
(www.elespectador.com/opinion/mineria-bien-hecha-ensanturban).
Para extraer los 14 millones de gramos de oro proyectados, deberán verter la monstruosa cantidad de 560 toneladas de arsénico en las aguas del páramo, especialmente en las subterráneas, que son las que alimentan los aljibes de los campesinos. A eso hay que añadirle la liberación de 39 gramos de uranio por tonelada de roca (ibidem), más el cadmio, la pirita, el selenio y el molibdeno allí contenidos por milenios y que saltarán como ingredientes del más mortífero coctel para envenenar la tierra y las aguas. Los futuros bebés de los municipios afectados podrían sufrir graves malformaciones por la radioactividad de las aguas y lo que en ellas se cultive, los adultos habrán de morir de cáncer de riñón o de colon. Al poco tiempo de que empiece a operar el proyecto minero los campesinos verán perdidas sus parcelas porque no tendrán ningún valor, nadie querrá comprarlas pues lo que allí se produzca será vetado por tóxico.
Que no nos vengan a decir acá que sería una minería bien hecha, porque los estudios quedaron mal hechos, como lo demuestra el que a mediados de diciembre pasado la ANLA (Agencia Nacional de Licencias Ambientales) le hizo 83 requerimientos de información adicional a la presentada por Minesa, semejante cantidad de requerimientos solo significa que no se presentó un estudio serio y ya eso revela una mala intención.
El proyecto no solamente ha sido rechazado por la Agencia Nacional de Licencias Ambientales – ANLA – sino por la Corte Constitucional, que tumbó la delimitación absurda, apresurada y a las escondidas que se había hecho del Páramo, como si no se tratara de un ecosistema integral en el que lo de arriba depende de lo de abajo.
Algo más de las dos terceras partes del páramo de Santurbán está en territorio nortesantandereano y de él depende el agua de más de la mitad de los municipios del Departamento. La parte que corresponde a Santander es la responsable del suministro de agua a Bucaramanga, de ahí que el alcalde de esa capital se muestre más activo que sus colegas en la defensa del futuro de su ciudad.
En la edición anterior de Unicentro Contigo reseñábamos cómo la primera gran ciudad del mundo había llegado al fatídico Día Zero, a Ciudad del Cabo literalmente se le acabó el agua y siguen varias más en turno con la misma suerte. Dentro de doce años la demanda mundial de agua dulce superará a la oferta en un 40%, toda unja tragedia! Acá cabe preguntarse si ante esto a alguien le interesará cómo se comportará la demanda mundial de oro. Ninguna plata sería jamás suficiente para compensar la falta de agua dulce y limpia, los 70.000 millones de pesos en regalías resultan insignificantes frente al daño causado.
No es fácil esperar en este asunto responsabilidad de alcaldes, concejales y gobernadores, la tentación ante las generosas ofertas de dinero es muy grande, pero si las comunidades se organizan y luchan valerosamente podremos evitar tanto sufrimiento que se avecina por la ambición de unos cuantos desalmados gobernantes y negociantes, que serán malditos ellos y toda su descendencia por haberle traído tal miseria a su pueblo y a su tierra.
Por si fuera poco, es un negocio con antecedentes algo turbios: un par de bandidos brasileños, hoy presos, con una jugada financiera compraron a una firma canadiense los derechos mineros para pagar con ellos un soborno a un exgobernador de Río de Janeiro. Al verse descubiertos le cedieron tales derechos a un fondo árabe de inversiones, quienes son los actuales dueños y han hecho un aporte “desinteresado” para el postconflicto.