A diferencia del IQ, que mide nuestra capacidad de razonamiento, la inteligencia emocional (IE) mide nuestra capacidad de relacionamiento, bien puede definirse, en síntesis, como el grado de desarrollo de la habilidad para percibir, expresar, comprender y gestionar las emociones, así de simple.
Pero si bien es simple la definición, no lo es tanto lograrla, como todo en la vida, requiere de técnica y práctica para hacer de ella una virtud que nos acompañe.
Aumentar nuestra IE será de enorme utilidad en cualquier escenario en que nos encontremos, ya sea en el trabajo, en casa, en la escuela o con los amigos. Un buen nivel de IE nos facilita obtener éxitos y logros en todos los roles que desempeñemos. Usted mismo puede determinar su IE calificando honestamente de 1 a 10 cómo maneja los siguientes aspectos:
Autoconsciencia. Es la capacidad para conocer con precisión la naturaleza de nuestras emociones y mantenerse al tanto de ellas a medida que ocurren. Es poder saber muy bien por qué estamos enojados, nerviosos, alegres y demás, y así poder reaccionar apropiadamente en una situación dada.
Autocontrol. Esto es muy importante para saber cómo actuar y reaccionar con base en una situación y no en cómo nos sentimos en ese momento. Esta es la almendra de la IE, evita que cometamos excesos lamentables ante un episodio inmensamente feliz, triste o riesgoso.
Empatía. Hemos dicho antes que es muy importante “conocer con precisión la naturaleza de nuestras emociones”. La empatía va un paso más allá a la toma de conciencia de uno mismo y consiste en ser consciente de las emociones de los demás. Para ello, hay que escuchar atentamente. Esto te da la oportunidad de construir una relación más cercana.
Controlas tus pensamientos. Parte de tu éxito depende de las cosas que te dices a ti mismo cada día, de las conversaciones que tienes contigo en algunos momentos del día y que vienen a determinar tu programación mental. Ponle filtro a tales pensamientos y no dejes pasar basura nociva, controla la forma en la que piensas.
Capacidad de concentración. Haz un día el ejercicio de medir el tiempo que desperdicias en distracciones, el tiempo que eres capaz de concentrarte en el trabajo, en una reunión o conversación sin caer en la tentación de mirar tu smartphone. ¿Cómo manejas las distracciones? La manera en la que prestas atención es un factor que determina tu inteligencia emocional.
No vivir en el pasado. Es un grave error pretender vivir de las glorias pasadas, o, peor aún, no superar el abatimiento que produce un fracaso sufrido. Debe entenderse que el fracaso es parte del éxito, vale decir, el fracaso puede convertirse si sabemos reaccionar adecuadamente. No podemos quedar atrapados en el pasado como quien lo está en un auto que patina ene el barro, debemos ser resilientes.
Adaptabilidad. Debemos asimilar la famosa frase de Heráclito: “lo único constante es el cambio”. El cambio es un hecho simple de la vida. Cambiamos de pareja, de trabajo, de ciudad, de sistemas políticos. Cómo reaccionar ante los cambios es una medida de tu Inteligencia Emocional y puede diferenciarte de tus iguales. El que es capaz de adaptarse y ayudar a otros a adaptarse creará un resultado positivo.