SIN APEGOS | LOS GITANOS

Ha sido una etnia discriminada y, en ciertas épocas, injustamente perseguida. Los gitanos son nómadas dispersos actualmente en pequeños grupos por diversos países de varios continentes, pero es en España donde todavía permanece el mayor contingente de este pueblo que ha ejercido influencia en la lengua, en las costumbres y en la música de los españoles.

La lingüística es quizá la herramienta más importante para rastrear el pasado de los gitanos, en cuya lengua, la romaní, se han encontrado numerosas semejanzas con idiomas indoeuropeos hablados en el noroeste de la India.

Los gitanos empezaron a salir de la India con rumbo a occidente a partir del siglo V d. de C., pero las migraciones más numerosas, que los llevaron al Asia Menor y a Grecia, desde donde emprendieron su periplo por Europa, ocurrieron en el siglo XI.

Hacia el siglo XVII, se habían establecido en varias regiones del este europeo, en los países escandinavos, en Gran Bretaña y en España.

Por esa época, los gitanos habían olvidado de dónde habían partido sus antepasados; suponían y afirmaban que eran oriundos de Egipto, el último punto que guardaban en su memoria colectiva de ese recorrido de tantos siglos desde otro continente.

Por esa razón, en la península ibérica fueron llamados egiptanos, un gentilicio que no demoró en convertirse en gitanos en castellano y en ciganos en portugués.

En Gran Bretaña los llamaron Egyptians, pero esa palabra se modificó para convertirse primero en Gipcyans, de donde proviene la forma actual gipsy o gypsy.

Idéntico origen tiene el vocablo francés cigain, con las diversas variantes que la palabra ha tenido en esa lengua, como tsigane y tzigane, así como el alemán Zigeuner.

En Cúcuta hicieron gran presencia a mediados del siglo pasado, hasta que se sintió fuertemente la debilidad de la moneda venezolana. En el Parque Santander siempre había algunas mujeres – casi siempre mujeres – que acosaban al caminante – casi siempre hombres – ofreciendo sus servicios adivinatorios, que les permitían a los usuarios predecir su futuro amatorio o financiero.

Nunca se supo dónde vivían ni qué comían, simplemente aparecían allí con sus trajes extravagantes por los colorines y tallas grandes. El cliente – casi siempre venezolano – acudía a su consejo en actitud dócil y al final de la consulta le cancelaba en promedio unos cincuenta bolívares, lo que era mucho dinero entonces por los diez o quince minutos que duraba la consulta.  

No se supo nunca de un mayor relacionamiento o matrimonio intercultural entre cucuteños y gitanas, lo que aumentaba el natural recelo y desconocimiento que existía. Tampoco se sabía en dónde eran enterrados al morir ni a cuál colegio asistían sus hijos, todo era un misterio con ellos, pero no resultaba incómodo ni chocante para la sociedad.

Por: Gloria Eugenia Valero Mora

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