En 1969, Albert Panka cumplió 80 años. Era un minero alemán que a esa altura llevaba varios años retirado. Un hombre hosco y reservado, y con razón: en los últimos 25 años había sido detenido alrededor de trescientas veces por culpa de su enorme parecido con Hitler. Cada vez que aparecía en público, alguien lo denunciaba y era apresado e interrogado por las autoridades. Al cumplir 80 pidió públicamente que ya lo dejaran tranquilo y le permitieran transitar su vejez en paz.
Lo que sufrió Panka no fue solo por un bigote ceñido o el pelo cayendo sobre su frente. Se debió a la vocación de una buena parte de la población a creer que Hitler se fugó del bunker, que nunca se suicidó sino que escapó hacia algún destino lejano en el que envejeció oculto, en paz e impune.
Esa teoría se atribuye a Stalin, quien le dijo a un enviado norteamericano que Hitler se había escapado. La información del destino se excedía en su vaguedad geográfica. Stalin dijo que Hitler estaba en España o Argentina. Se supone que la motivación de Stalin era sembrar la incertidumbre, que las demás naciones vencedoras carecieran de las certezas que él ya tenía. De paso dejaba a su gran enemigo como un cobarde, como alguien que, ante el peligro, ante la posibilidad de caer en manos enemigas prefirió escapar antes que resistir hasta el final tal como él le pedía a su pueblo. Pero, además, si Hitler estaba vivo, existía siempre la posibilidad de un regreso. Por lo tanto no había espacio para contemplaciones, la sombra del Hitler fugado le permitía convencer a los demás de aplicar sanciones duras, de ser inflexibles con Alemania y con los restos del nazismo.
Los ingleses se preocuparon y enviaron a un agente del servicio secreto y al historiador Hugh Trevor-Roper a reconstruir los hechos y a obtener todos los testimonios y pruebas posibles. El resultado de su trabajo dejó más dudas que certezas.
Lo cierto es que la estrategia de Stalin fue efectiva. Sobre Alemania y los antiguos jerarcas nazis se actuó con firmeza. Pero además generó el desconcierto en las otras fuerzas vencedoras.
Un informe del FBI de los meses posteriores a la rendición nazi consignaba los múltiples destinos en los que se decía haber visto con vida a Hitler. El informe enumeraba posibilidades tan variadas como contradictorias. A la agencia habían llegado rumores de que había sido asesinado en el bunker; que había escapado de Berlín por aire, o desde Alemania en un submarino. Otros afirmaban que vivía en una isla alejada del Báltico, en una fortaleza en Renania, en un monasterio español, en un campo sudamericano. Hasta decían haberlo visto viviendo entre delincuentes en Albania. Un periodista suizo declaró que Hitler y Eva Braun residían en Bavaria. Y hasta la agencia de noticias soviética envió un cable afirmando que Hitler fue encontrado en Dublín travestido!
Pero con los años la versión que tomó más fuerza y que casi monopolizó las teorías conspirativas fue que Hitler logró fugarse del búnker y del asedio del Ejército Rojo y, junto a Eva Braun, llegar hasta Argentina. ¿Cómo logró escapar? No está claro. ¿Cuál fue el primer destino? Tampoco. Algunos sostienen que un helicóptero lo llevó hasta Austria, de ahí un avión lo acercó a Barcelona y luego sí pudo abordar el submarino que atravesó el Atlántico para depositarlo en la Patagonia. Otros suponen una travesía terrestre hasta España y hasta el submarino. Estas versiones no profundizan en cómo pudo atravesar media Europa en esos álgidos meses de 1945.
Argentina era el destino ideal para encontrarle residencia (real o ficticia) al Führer. Una tierra lejana, de gran extensión y más que amable receptora de nazis. Pero en este caso, Hitler no habría llegado como el resto de los criminales nazis a través de la Ruta de las Ratas sino en submarino.
Pero pese a lo intrigante e interesante de este tipo de narraciones siempre la historia con sus datos fríos se impone y termina destruyendo versiones más entretenidas. Es cierto que dos submarinos alemanes llegaron a Argentina después de la guerra (el U-530 y U-977). Lo hicieron para no tener que entregarse a las fuerzas británicas. Pero en ninguno de ellos arribó ningún jerarca. Además, al salir de Barcelona tuvo que atravesar Gibraltar y eludir la guardia inglesa, hecho que parece poco probable.
El historiador Richard Evans ha publicado recientemente un libro que analiza varios mitos y teorías conspirativas alrededor del nazismo. Se llama The Hitler Conspiracies y en su último capítulo (el más extenso de todos) analiza las versiones sobre la fuga de Hitler y las demuele una a una con paciencia y precisión.
Los argumentos que sostienen los que niegan el suicidio de Hitler en el bunker son similares y trabajan sobre los mismos resquicios. Eisenhower y Stalin en algún momento expresaron sus dudas, nadie presenció el suicidio, hubo informes del FBI con las versiones múltiples, existirían grandes extensiones de tierra en la Patagonia que eran propiedad de nazis, Argentina acogió a muchos nazis, algunos testigos vieron al Hitler anciano reposar en Argentina.
Las versiones alternativas más difundidas cuentan a grandes rasgos este recorrido: Hitler y Eva Braun se fugaron del bunker bajo las bombas soviéticas, de alguna manera imprecisa llegaron a España y abordaron un submarino que los depositó en la Patagonia, en donde vivieron tranquilos y felices sin ser molestados por nadie, aunque sin quedarse quietos, porque viajaron por diversos lugares del continente, desde Mar del Plata hasta Colombia. Inclusive sostienen que la pareja tuvo dos hijas, una de las cuales sospechan podría ser Angela Merkel.
Todas estas teorías producidas por mentes calenturientas se agitan con fuerza el 30 de abril de cada año, fecha de la muerte de Hitler en 1945.