Dicen que Ashton Kutcher, Alain Delon, Robert Redford, Leonardo di Caprio y Brad Pitt, sumados, no se dieron la gran vida que se dio Porfirio Rubirosa como seductor de mujeres hermosas y millonarias, quien, además, fue espía y hombre fiel del gobierno del dictador dominicano Rafael Trujillo.
Algunos de ellos podrán haber sido más “caribonitos” que Rubirosa y haberse favorecido más que este por el boom de los medios de comunicación, pero la experiencia como auténtico mujeriego, y la escuela de Latin Lover que hizo Porfirio tanto en Europa como en los Estados Unidos seduciendo mujeres ricas y bellas lo convirtieron en el gran playboy y el último «gigoló» de occidente. Las dos cosas al tiempo. La vida de este dominicano no pasó desapercibida en la historia del siglo XX.
Fue toda una celebridad mundial que llevó a la cama a las mujeres más despampanantes del mundo en su época. Entre ellas Ava Gardner, Zsa Zsa Gabor, Kim Novak, Rita Hayworth, Jane Mansfield, Patricia Kennedy (hermana de John F.), Eva Perón y hasta Marilyn Monroe. Miles más engrosaron su lista de encuentros sexuales. Sin falsa mojigatería hay que decir que el éxito de su vida sexual se debe a que tenía un miembro descomunal e insaciable.
Fue diplomático, jugador de polo, corredor de autos, piloto de aviones y un gran gigoló (un hombre que se prostituye con mujeres por dinero). Supo codearse con personas del poder y del jet set en las décadas de 1940 y 1950, e involucrarse sentimentalmente con decenas de mujeres, concretando cinco matrimonios, dos de ellos con millonarias de la época. Supo seducir a políticos, millonarios y mujeres en las décadas de 1940 y 1950.
Porfirio Rubirosa nació en 1909 en República Dominicana y vivió 56 años en varios países. En gran parte de ellos se convirtió en «el hombre más interesante del mundo», señala Shawn Levy, crítico de cine y autor de la biografía de Rubirosa «El último playboy» (The last playboy: the high life of Porfirio Rubirosa).
Tenía la maravillosa habilidad de hacerse amigo y crear intimidad con mujeres influyentes y adineradas. Era hijo de un militar dominicano promovido a diplomático, por lo que parte de su infancia y adolescencia la vivió en París, adonde su padre había sido enviado.
Al regresar de Francia, siendo aún muy joven, Rubirosa ingresó al ejército dominicano y rápidamente fue escalando posiciones, no solo llamando la atención de Rafael Leónidas Trujillo, quien mantuvo un gobierno de facto en República Dominicana por 30 años, sino de su hija, Flor de Oro, con quien se casó.
Trujillo vio en Rubirosa a un hombre joven y ambicioso que se podía presentar ante un rey, presidente, o ante sus esposas y dejar la mejor impresión. Esto lo convirtió rápidamente en la cara elegante de una dictadura brutal.
La leyenda
Sus encantos para tratar con las personalidades más importantes de la política y la riqueza del mundo traspasaban las reuniones protocolares. También tenía una reputación de ser un gran amante, no solo por sus formas de seducción sino por sus atributos sexuales. Estaba bien dotado y muchas mujeres querían comprobar la leyenda.
Tal era la leyenda que se corría sobre el tamaño de su sexo que, en París, en algunos restaurantes antiguos aún por estos días si pides un ‘Rubirosa’ te traen un enorme pimentero.
Un vividor
Rubirosa tuvo en total cinco matrimonios. Dos de ellos con mujeres de grandes fortunas. Supo construir una leyenda con su personalidad encantadora. Una de sus esposas fue la estadounidense Doris Duke, heredera de la tabacalera American Tobacco.
Otro matrimonio fue con Bárbara Hutton, perteneciente a una familia aristócrata y multimillonaria de Nueva York. Casualmente, Duke y Hutton fueron amigas en la adolescencia, aunque entre ellas surgió una fuerte rivalidad con el tiempo.
Otro matrimonio fue con la muy rica Bárbara Hutton, aunque esta unión solo duró un par de meses Rubirosa logró hacerse de unos US$11 millones. Era el perfecto gigoló, que es como se le dice al hombre que vende sexo por dinero.
Rubirosa no venía de una familia adinerada y vivió una vida bastante acomodada en términos económicos. Fue dueño de un chateau en París, de aviones, autos de carrera, tenía cientos de trajes y joyas. Siempre iba a los mejores hoteles y restaurantes, todo por cuenta del dinero que adquiría de sus esposas.
Tenía tiempo para ellas
Además de con Flor de Oro Trujillo, sus otros dos matrimonios fueron con las actrices francesas Danielle Darrieux y Odile Rodin, ésta última 28 años menor que él. El último matrimonio de Rubirosa fue con la actriz francesa Odile Rodin, casi 30 años menor.
Pero Rubirosa no era lo que se podría decir un hombre fiel. Se le conocieron varios amoríos. Uno de ellos fue con otra actriz, Zsa Zsa Gabor, quien lo acusó de haberla golpeado. Supuestamente la relación que tenía con ella fue la causante del divorcio con Hutton.
Tenía una de las mejores cualidades para cualquier amante: el tiempo. No era de esos hombres que viven con el afán de regresar a sus casas luego de visitar a sus amantes, como no trabajaba, podía controlar su tiempo. Era un perfecto vago multimillonario que sin problema se quedaba en la cama de la amante todo el día siguiente. Tenía un dicho: «Una noche afuera, una noche adentro». No se le conocen hijos y se cree que era estéril.
¿Espía?
Rubirosa estuvo apadrinado por Trujillo mientras éste estuvo al frente del gobierno de República Dominicana, desde 1930 hasta 1961. En ese tiempo, Rubirosa fue diplomático dominicano en las embajadas de Berlín, París, Vichy, Buenos Aires, Roma, Bruselas, incluso en La Habana, donde fue testigo de la revolución.
Pero también era una figura conocida y frecuente en varias ciudades estadounidenses. No era James Bond y no tenía las herramientas para ser espía. Aunque no las necesitaba, a los lugares que iba tal vez era más valioso simplemente siendo Rubirosa. Podía darle la mano a un rey y luego tener sexo con la reina. Era un perfecto sinvergüenza que vivía de sus encantos personales.
En 1946 fue víctima de un atentado, pero supuestamente no fue por sus conexiones sino por las de su esposa, en ese entonces, la actriz Danielle Darrieux, quien era una aparente simpatizante del nazismo. Rubirosa recibió tres disparos al intentar proteger a su esposa en una balacera en París.
Un trágico final
Porfirio Rubirosa murió en 1965 a los 56 años cuando el Ferrari que conducía en medio de gran borrachera chocó contra un árbol en las calles de París. Algunas teorías sugirieron que podría haber sido asesinado o que se hubiese suicidado, algo que todos descartan porque difícilmente puede encontrarse a alguien que disfrutase más la vida sin hacer mayor esfuerzo. Su misión en la vida no era otra que hacer disfrutar a la gente, vivir elegantemente y encajar a la perfección en lugares con personas exitosas y ricas.
Rubirosa omite, bajo el pretexto del juego de polo, su estadía en Argentina, sus relaciones con Eva Perón, con quien, según la leyenda tuvo un romance. Pero también omite su paso por La Habana durante los últimos meses de la dictadura de Batista. No hubo mujer bella y poderosa que escapara a sus encantos.