La ucronía es un subgénero literario muy apropiado para apreciar la gran tragedia vivida por Venezuela porque propone una reconstrucción alternativa de la historia a partir de eventos que, si bien nunca sucedieron, pudieron haber ocurrido si los
acontecimientos hubieran tomado un rumbo diferente. Se desarrolla a partir de un momento histórico bien conocido o relevante en el ámbito universal o regional, al que se llama Punto Jonbar, o Punto de Divergencia.
Para el caso venezolano ese punto sería el 6 de diciembre de 1998, cuando Hugo Chávez gana las elecciones presidenciales con el 56.20% de los votos. A partir de allí comienza el más grande despilfarro de capital político y financiero que se haya visto en el mundo, comparable, quizá con el caso de Alemania con Hitler.
Entonces en Venezuela se daban unas condiciones excepcionales para transformar positivamente al país: la gente no quería más en el poder a los partidos tradicionales, se producía mucho petróleo y se gozaba de muy buen crédito en la banca multilateral; se tenía un pueblo muy ilusionado y dispuesto a acatar a su nuevo jefe, y un hombre con un inmenso liderazgo se proyectaba como el Mesías redentor.
Todo hacía presagiar que con semejantes presupuestos de liderazgo y plata Venezuela habría de dispararse en términos de desarrollo económico y social, muy por encima del resto de latinoamericanos.
Esto ha podido ser así si lo primero hubiera sido rodearse de los más calificados expertos en materia económica y definir las prioridades en materia de inversión, privilegiando a la educación, ciencia y tecnología; creando condiciones para la llegada de las mejores academias del mundo y el intercambio estudiantil para formar los talentos de la nueva Venezuela.
Con el avance en materia de educación se propiciaba una necesaria transformación cultural (ahí sí que faltaba una revolución) inculcando nuevos valores para una sociedad, algo así como un nuevo venezolano para una nueva Venezuela, donde la humildad, el esfuerzo personal y la responsabilidad fueran elementos comunes, y necesarios para despertar unespíritu más emprendedor y menos dependiente del subsidio oficial, comenzando por el precio de la gasolina. El enorme capital político derivado del liderazgo de Chávez lo facilitaba. Bien asesorado habría resguardado bien los excedentes de ingresos por petróleo y vencido la tentación de utilizarlos comprando afectos y adeptos, tanto dentro como fuera del país. Era previsible que monetizar ese enorme flujo de dólares no solo invitaría al derroche en el gasto público y la corrupción, sino que aumentaría la masa monetaria sin una contrapartida en la oferta de bienes y servicios, provocando gran inflación y, con ella, oposición al gobierno. Tampoco habría incurrido en el error histórico de aplicar controles de precios y de cambios, el único control que se requería era a la emisión de billetes. Las veleidades socialistas las hubiera satisfecho sin expropiar ninguna empresa privada, bastaba con ponerles competencia que las obligara a ser más eficientes en productividad y costos a través de cooperativas.
El millón de millones de dólares recibido en una década permitía hacer mucho más que simples anuncios rimbombantes, como la red de trenes electromagnéticos.Se hubiera podido hacer la más colosal construcción de infraestructura física jamás vista en Latinoamérica. Una gran red férrea y grandes aeropuertos, hidroeléctricas, autopistas, hospitales, universidades y escuelas eran posibles sin endeudamiento. Se tuvo la oportunidad tantas veces pedida por Uslar Pietri de sembrar el petróleo.
Con semejante cantidad de dinero hubiera desarrollado al máximo a sectores estratégicos como el turismo y el agroindustrial, con ello tendría a la población más feliz del planeta, con pleno empleo y buenos salarios reales. A un país así le habría entrado a chorros la inversión extranjera, generando transferencia de tecnología, estimulando la innovación y la productividad para tener en Venezuela una economía bien diversificada y menos dependiente de la renta petrolera. Con haber hecho siquiera la mitad de esto, Chávez tenía para cumplir su sueño de eternizarse en el poder por la vía del respaldo popular.
Ya con él y sus amigos no se pudo, habrá que esperar que surja otro, al parecer con esa idiosincrasia venezolana por la vía democrática nunca se podrá.